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JUGAPatraix

Foto del escritor: Anabel MarcoAnabel Marco

¡Hola!


Hoy, después de mucho tiempo, vengo a hablaros de algo diferente; de un proyecto de barrio que ha pensado en la infancia y que otorga verdadero valor a la forma de vida más divertida, sincera y sana que conozco: el juego. En palabras de la cooperativa Fent Estudi, se trata de un proyecto de innovación urbana y social que propone repensar el barrio de Patraix desde la vivencia de la infancia para transformar el espacio público bajo parámetros de inclusión, sostenibilidad y empoderamiento comunitatio.


¿Y por qué hablo de esto? Pues porque, cuando me enteré de que la escuela infantil de mi hijo estaba implicada y que yo podía participar como miembro de la AFA, ni me lo pensé.


Hace ya mucho tiempo que leí La cuidad de los niños, de Francesco Tonucci. Creo que fue en primero de carrera, o sea, hace unos 12 años. Entonces no lo entendí. No es que fuera una niña, ni tampoco una adulta... supongo que no tenía la formación, ni las vivencias que tengo hoy en día con la infancia, a nivel personal y profesional. Una lástima que suela hacer falta una vinculación íntima o directa con la infancia para comprenderla y empatizar con ella. Tal vez estaba tan emocionada por haber empezado a estudiar lo que realmente me gustaba que me creía hasta más importante que los propios niños.


"Hay que lanzar propuestas para el tiempo libre de los niños, para ampliarlo y hacerlo verdaderamente libre." Esta es una de las frases que me subrayé del libro, y qué apropiación práctica tan ajustada ha hecho, tanto tiempo y tantas experiencias transcurridas después, JUGAPatraix. La ciudad, más allá de la contaminación y los peligros, es un espacio de interacción, por lo que es en consiguiente un espacio de juego y, por lo tanto, un espacio educativo. Si nos paramos a analizarlo, podemos observar una infinidad de usos alternativos de los elementos cotidianos.

Este diagrama, que no tiene desperdicio, resume a la perfección todas las posibilidades que aporta cada elemento que encontramos en las calles del barrio. Y es que, todo sirve para jugar.


Precisamente hoy mi hijo, de dos años y medio, de camino al colegio, me ha dicho: me choca el viento en los ojos. El viento no se ve, y sin embargo él lo percibe con los ojos. La infancia ve cosas que las personas adultas no vemos, y este proyecto ha sido una manera de acercarnos a ellas, de comprenderlas y de mostrarlas a la sociedad.

Además, hemos tomado conciencia de muchas otras cosas, como por ejemplo de lo inaccesibles que son algunos elementos urbanos a la primera infancia (papeleras, mangos de las puertas, timbres...) o de cómo se piensa más en las mascotas que en los niños y las niñas. Siempre he dicho que me gustan mucho más los parques para perros que los de niños (todos iguales con toboganes y columpios sobre corcho), pues los primeros facilitan mucho más la creatividad y el movimiento libre.


Otra de las cosas que me ha ayudado a normalizar este proyecto y con lo que antes me sentía sola es a la hora de permitir pasarse de la raya. Parte de la exploración para el aprendizaje es descubrir y comprobar lo que se puede y no se puede hacer, lo que está bien y está mal, ensayándolo, sin que nos lo digan. He visto escuelas en las no permiten a los niños y las niñas pisar los charchos. He visto hogares en los que las personas adultas puede tocar todas las cosas de los niños y las niñas, pero ellos y ellas no pueden tocar ningún botón ni objeto valioso, aun estando estos a su alcance. Es imposible contener ciertas cosas, y prohibirlas constantemente merman paulatinamente la capacidad innata de exploración. Debemos dejar a la infancia, dentro de los límites de la seguridad, practicar con lo que la psicóloga Felicitat Signes llama transgressió lúdica. Si nadie rompe nunca una norma, no habrá normas nuevas, y a veces hay normas que debemos cambiar.


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